El Parlamento italiano ha aprobado una ley que convierte en delito la inmigración irregular, castiga con penas de cárcel determinados tratos con los inmigrantes, autoriza las patrullas ciudadanas para colaborar con la policía en su búsqueda y detención, y, amparándose en la directiva europea del retorno, amplía la retención de inmigrantes hasta sus plazos máximos. Gracias a la reacción decidida de los médicos italianos, la obligación de denunciar a los inmigrantes irregulares que acudan a los hospitales para ser atendidos ha quedado fuera de la norma.
La nueva ley responde a una promesa de Silvio Berlusconi, quien ya ha promovido otras medidas incompatibles con el Estado de derecho para tratar con las minorías, como el censo de ciudadanos de origen gitano con ocasión de los ataques que sufrieron en Nápoles y otras ciudades. Desde la Unión Europea se avaló esta medida, adoptada en el marco de la denominada "emergencia gitana".
El escándalo sobre el uso de medios del Estado en las fiestas privadas de Berlusconi, llenas siempre de atractivas señoritas (las llamadas velinas), unido a leyes como la que acaba de aprobar el Parlamento, permite trazar el cuadro completo de la forma en la que Italia está siendo gobernada: el estímulo de las bajas pasiones de los ciudadanos a través de medidas de un descarnado populismo está sirviendo como señuelo para afianzar un poder guiado por la arbitrariedad y el capricho de una única persona. Lo más grave de cuanto está sucediendo es que, aunque Berlusconi fuera derrotado en las urnas, el sistema legal e institucional italiano ha sido gravemente alterado.
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http://www.elpais.com/articulo/opinion/Bajas/pasiones/elpepiopi/20090706elpepiopi_2/Tes
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