sabato 8 agosto 2009

La peor pesadilla

Yo soy tu peor pesadilla, le escupe John Rambo al protervo coronel Zaysen en la más bien fascistona Rambo III. Pienso en las mías: las que me despiertan a media noche empapado en sudor y espanto y emitiendo el mismo grito primal que debí lanzar cuando fui definitivamente expulsado del calor visceral y materno a un mundo en que acabaría siendo contemporáneo de gentes como Ahmadineyad y Berlusconi, valga la redundancia. La otra noche, por ejemplo, soñé que en el avión que me llevaba al otro lado del mundo iba sentado -y sin posibilidad de cambiarme- al lado de Pilar Rahola, que, además, tenía un día particularmente vehemente y gritón: no saben lo mal que lo pasé. La peor pesadilla de uno es siempre su Némesis, su yo más oculto disfrazado de castigo inevitable: Sherlock Holmes era la de Moriarty, el juez Bermejo la de las "piezas cinegéticas" que masacra ("la izquierda no entiende la caza", ha declarado este impávido neocon disfrazado de Saint-Just), Hyde la de Jekyll, Camps la de Rajoy, Ortega la de Gasset. Y Stalin, definitivamente, la de Trotski. Leo con fervor estival la última entrega historiográfica del apasionante drama mexicano (e internacionalista proletario) de traiciones y fanatismos resuelto con un pico de partir hielo el 21 de agosto de 1940, cuando el mundo ya estaba inmerso en la nueva carnicería. Stalin's Nemesis, the Exile and Murder of Leon Trotsky, de Bertrand Patenaude (Faber & Faber, 20 libras), se centra en las últimas semanas de la vida del más brillante escritor entre los líderes bolcheviques (para comprobarlo basta repasar Mi vida, publicado por Debate), pero con frecuentes retrocesos a épocas anteriores. Patenaude se ha beneficiado de los documentos del archivo Trotski almacenados en la Universidad de Stanford para rastrear en las relaciones del célebre exiliado: su amistad con Diego Rivera, por ejemplo, su relación con Ramón Mercader, su asesino, y su romance (en las narices de su esposa Natalia Sedova) con Frida Kahlo. Una historia inmortal contada de nuevo.
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Ya sé que soy injusto, que no debería dejar que mi imaginación y mis prejuicios derrotaran a la necesaria sindéresis, al juicio equilibrado, a la mesura obligada en cuantos gozamos del privilegio de dirigirnos a los lectores, por improbables que, en lo que a mí se refiere, puedan ser. Pero no puedo evitarlo, es como una especie de reflejo condicionado: cada vez que oigo "Berlusconi" o que distingo en la tele o en las revistas su imagen bien trajeada (ah, los trajes: ¡cuántas charranadas se cometen por tan pocos metros de tela!) me vienen a la memoria los primeros versos de Faccetta nera, aquella tonadilla que los fascistas italianos cantaban en Abisinia durante su gran momento imperialista y que yo oí por vez primera en la voz un poco napolitana (y antifascista) de Carlos Elordi. En cuanto al imperialismo, al que Lenin consideraba la fase superior del capitalismo (véase el ómnibus Imperialismo, publicado por la editorial Capitán Swing, que reúne la obra pionera de John A. Hobson, y la del líder bolchevique) sólo porque no tenía ni idea de lo que llegaría después con la globalización, me interesa señalar la reedición en lengua inglesa (Monthly Review) de un libro que, aunque polémico y militante, y muy marcado por el momento histórico en que fue publicado, sigue siendo fundamental para comprender las relaciones entre el contexto histórico y los autores y obras que contribuyeron directa o indirectamente a la consolidación de la retórica y la mitología imperialista.
Continua ...
http://www.elpais.com/articulo/semana/peor/pesadilla/elpepuculbab/20090808elpbabese_16/Tes

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